Réquiem por la que fuera nuestra caja

Granada Económica • Revista de prensa 

Domingo Funes

Que lejos quedan, a pesar de haber transcurrido tan solo algo más de un año, aquellas primeras palabras del presidente de Caja Granada, Antonio Jara, en El País en el otoño de 2009: “Fusión no, gracias”. Dijo aquello y mucho más: que si no necesitaba a nadie, que no se perdería la identidad, que todo pasaba por la lealtad territorial, y un largo y similar etcétera entre el que se incluye el aseverar, que ya es mucho, no conocer ningún proceso de unificación de cajas en Andalucía, que en aquél momento parecía una solución diabólica.

Con el tiempo, o sea, poco más de un año después, Jara va a conseguir lo imposible, algo que hubiera firmado el mismísimo Houdini: entrar en un sitio y aparecer en otro. Sin solución de continuidad. Eso sí, antes permitirá que sobre las cenizas de CajaGranada miccione Sebastián Pérez ignorando éste que desde que se produjeron las supuestas comisiones a la empresa en la que trabaja el hijo de Chaves, siempre hubo un vicepresidente del PP que si no se enteraba malo y si se enteraba peor y al que nunca se le pidieron explicaciones públicas por nada, sin que eso haya impedido, que se sepa, que cobrara una pasta gansa como vice. Pero, en fín, volviendo al réquiem por la caja, el pasado día 31 de enero, se comunico a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) el acuerdo del consejo de administración que bien podríamos considerar, salvo mejor criterio, como verdadera acta de defunción de lo que realmente importa de la caja: el traspaso de todo el negocio financiero al Banco Mare Nostrum S.A. Naturalmente, la sede está en Madrid. Así está todo el mundo contento. Los madrileños más, claro. 

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