El fomento de la financiación no bancaria

Tradicionalmente las empresas españolas se han financiado con crédito bancario. Parece una obviedad que esto sea así, pero no lo es: mientras que en números redondos el 70% de la financiación de las empresas españolas procede de la banca, este porcentaje es del  55% en Alemania, del 45% en Francia y del 35% en Reino Unido.

Esa es una de las razones de que la crisis económica haya sido mucho más acusada en España: la drástica reducción del crédito por parte de un sistema financiero muy tocado ha afectado a la economía real mucho más que en los países de nuestro entorno. Además no debemos pensar que esta tendencia vaya a alterarse en el futuro. Al contrario, tendremos que acostumbrarnos a que la financiación bancaria sea más complicada. Por distintas razones.

En primer lugar porque el propio sistema financiero ha reducido su capacidad instalada: desde el inicio de la crisis, el número de sucursales bancarias ha disminuido en un 30% en España, y el número de empleados en aproximadamente un 25%. Es cierto que ahora existe el canal Internet, pero aún no compensa la reducción de los recursos humanos y materiales a pié de calle.

Un segundo factor es ajeno a las entidades financieras y a las empresas prestatarias: con una deuda pública que supone alrededor del 100% del PIB español, es comprensible que las entidades financieras destinen buena parte de sus recursos a comprar deuda (con baja rentabilidad pero sin riesgo) frente al crédito a PYMES.

Por último, el sistema financiero español, como el de los países de nuestro entorno, está muy regulado. Los llamados acuerdos de Basilea imponen a la banca española la concesión de crédito a través de la aplicación de criterios de rating, que dificultan la aprobación de operaciones a favor de PYMES con recursos propios reducidos.

Esta es la situación actual en cuanto a la financiación bancaria, su origen y su previsible evolución. Ahora cabe preguntarse: ¿Es necesariamente una situación negativa para las PYMES? Tengamos en cuenta que España es uno de los países de la Unión Europea en donde el crédito bancario se da en peores condiciones (tipo de interés, comisiones, garantías exigidas). La PYME debe hacer de la necesidad virtud y mejorar la estructura de su financiación. El nivel de los recursos propios en el pasivo de las empresas es demasiado bajo, especialmente en aquellas empresas intensivas en I+D y que deben financiar sus inversiones intangibles a largo plazo. Es por lo tanto urgente reforzar el capital social como primera herramienta de financiación no bancaria.

La Administración por su parte está lanzando líneas de préstamos participativos, que son un tipo de deuda subordinada a medio camino entre el préstamo tradicional y el capital riesgo. Es el caso de la financiación de ENISA o del Fondo de Emprendedores Tecnológicos de la Agencia IDEA. 

En definitiva las PYMES españolas deben ser conscientes del cambio radical del escenario en lo que se refiere a las fuentes de financiación del negocio, y definir estrategias de acceso a la financiación no bancaria que garanticen un flujo de recursos suficiente para el desarrollo de la actividad económica.

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