Entrevista: Manuel Fuentes Rodríguez, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada

Granada Económica • En primera persona

El presidente de los farmacéuticos granadinos subraya la labor social y educativa de su asociación

Manuel Fuentes Rodríguez  es presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada desde hace veinte años y, desde su puesto, que debe servir para defender los intereses de los colegiados, también percibe como un deber servir a los ciudadanos, que “son los destinatarios de sus servicios”, algo que declara cumplir con orgullo. Este licenciado en Farmacia no se había planteado dar el salto al ámbito corporativo, pero su carácter abierto y de consenso llevó a compañeros de profesión y amigos a animarle a presentar su candidatura. En estos veinte años de andadura, ha vivido cambios económicos, legislativos o tecnológicos, a los que la asociación que preside ha sabido adaptarse gracias a su acertado criterio.

¿Qué motivos le movieron a presentarse a la presidencia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada?

A mi farmacia, ubicada en Camino de Ronda, acudían muchos amigos, algunos compañeros desde la universidad, que me animaban a presentar mi candidatura. Todos teníamos intereses comunes y los compañeros apelaban a mi faceta de gestor abierto a las sugerencias y críticas. A día de hoy, aún permanecen a mi lado, en la junta directiva, compañeros que formaron parte de mi primer equipo. He tenido la gran suerte de contar siempre con unos miembros extraordinarios de la junta de gobierno. Gracias a eso, el Colegio ha avanzado y sigue avanzando extraordinariamente.

¿Qué labores desempeñan desde el Colegio fundamentalmente?

El Colegio es una institución, concretamente, una corporación de derecho público, que fomenta el tecnicismo y el conocimiento de todos los asociados. Por supuesto, también hay que defender sus intereses, pero nuestra gran aspiración es la excelencia. Aparte de esos cometidos, hay una relación con la Administración, en lo que se refiere a facturación de recetas y temas análogos, pero la labor más importante, a mi entender, es la labor formativa. Esta función debe de ser la principal por parte de los colegios para los asociados. Hoy día, o estás actualizado en todos los sentidos o lo tienes todo perdido, por eso no se puede descuidar la formación. Es nuestra obligación, por tanto, ofrecer los mejores cursos de formación a todos los colegiados, en un mundo competitivo en el que ya no sirven sólo las titulaciones, sino que se requieren y comprueban las aptitudes. La formación, por eso, no se queda en el ámbito farmacéutico, sino que abarca desde la analítica a la dermocosmética.

¿Cuántas farmacias están respaldadas por el Colegio de Granada?

En toda la provincia, el número asciende a 535, de las que unas doscientas corresponden a Granada capital. A todas ellas prestamos un importante servicio de facturación que agiliza los trámites y exime a cada farmacia de perder el tiempo en trámites farragosos. El asesoramiento laboral, fiscal y jurídico es otro pilar importante. La facturación de nóminas y las altas y bajas laborales se les gestionan a los socios también desde el Colegio.  

¿Y qué otras labores realizan de puertas para afuera?

El Colegio es una entidad viva que tiene que estar abierta a la sociedad, por lo que aparte de las funciones que cumplimos con nuestros asociados, realizamos actividades con organismos tales como asociaciones de enfermos,  y estamos volcados con los instituciones con la prevención sanitaria y el fomento de una vida saludable. El farmacéutico tiene una labor importantísima que viene dada por su cercanía con el enfermo. Al médico se suele ir cuando se está enfermo; sin embargo, al farmacéutico se puede acudir sin estarlo. Un buen profesional de la farmacia debe saber detectar a uno y a otro, y actuar como filtro entre médico y paciente.

¿Desde cuándo existe el Colegio de Farmacéuticos de Granada?

El Colegio se fundó en 1899, pero antes había existido integrado en el Colegio de Médicos. Además, la tradición universitaria también viene de antiguo. Antes sólo había cuatro ciudades para estudiar la carrera en España: Madrid, Barcelona, Santiago y Granada. Actualmente, el número de facultades asciende a trece, por lo que la afluencia a las aulas granadinas no es masiva, pero sigue siendo importante por la tradición farmacéutica de nuestra universidad. 

¿Cómo es su relación con el Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Farmacéuticos?

La relación es excelente, empezando por la amistad personal y admiración profesional que tengo por su presidente, Antonio Mingorance Gutiérrez. Fue mi vicepresidente durante tres años, y hoy ocupa un cargo, el de presidente del Consejo Andaluz, que yo ostenté durante seis años. Por tanto, la vida profesional nos ha unido en diferentes ocasiones, y nos ha ayudado a entablar una buena relación personal. Además, reitero mi admiración por su trabajo. Es una persona con una cabeza privilegiada, y ha hecho una magnífica labor en la hermandad de profesionales granadina y un gran papel como presidente de las distribuidoras en España. Hace 37 años que nos conocemos y es un gran amigo.

¿Cómo está estructurada su junta directiva? ¿Quién la compone?

La junta directiva la componen veinte personas. La permanente la formamos el presidente, el vicepresidente, el secretario, el tesorero y el contador. Las demás personas son vocales de número, uno por cada 250 colegiados. Además, hay una vocalía de sesión, que se encarga del tema concreto de cada reunión, con un vocal para cada ramo: docencia, análisis, alimentación, óptica, plantas medicinales y un vocal jubilado.

¿Cómo ve la situación actual de los farmacéuticos?

Hoy en día todos los sectores presentan dificultades y el nuestro no es una excepción. El mero de presentar una factura a 45 días es un problema. Muchos compañeros han atravesado situaciones muy difíciles, como los farmacéuticos de Castilla-La Mancha, Palencia, Murcia, Cataluña o Canarias, lugares en los que nuestro gremio ha mantenido huelgas de hasta seis meses. Aunque a veces podamos parecer privilegiados por las facilidades de cobro que disfrutamos, pero es que no cobrar dentro de plazo una factura a cuarenta y cinco días puede ser un gran problema: no es que el farmacéutico deje de percibir su sueldo, que también, sino que hace imposible la reposición de medicamentos. Y no es difícil imaginar el peligro para la salud pública que generaría el desabastecimiento de las farmacias; a una farmacia no le puede faltar un medicamento, no es como un bar al que le falte una marca de bebida. Creo que el ejemplo es válido y se entiende bien, y la Administración tiene que entender que nuestro sector no puede estar desatendido bajo ningún concepto por una cuestión de salud pública.

En cualquier caso, espero que las dificultades terminen cuanto antes para todos los ciudadanos, que es para quienes trabajamos y a quienes nos debemos.

Compartir es demostrar interés!