¿La economía, cuestión de confianza?

Granada Económica • Opinión

Félix GARCÍA BRÚ*

A veces a los economistas, más en tiempos de crisis económica,  nos han comparado con los médicos,  a los que se acude a pedir consejos, diagnósticos y se nos solicita que prescribamos remedios. Uno de los problemas surge cuando el paciente se resiste al tratamiento (destacar el trabajo del economista Xavier Sala i Martín sobre esta idea). Pero, al igual que cuando hay desesperación, algunos acuden al curandero, otros, en lugar de acudir al economista, lo hacen al que podríamos llamar, inventemos una palabra, “asesorero”.

Decía Paul A. Samuelson, en Diciembre de 1969, en un artículo, incluido en su libro “Economía desde el corazón”,  que “…en algún lugar de las tablas sagradas aparece escrita esta verdad: no des al mercado lo que no es del mercado”.  Difícil será que lo digiera agregaríamos.  ¿No será esa una de las causas actuales de nuestra crisis? Subprimes, hipotecas, productos ininteligibles …

Añadía Samuelson que, en el club londinense de Forsyte, se oyó decir a Samuel Butler: “El mundo lo gobernará siempre el egoísmo del propio interés. No debemos intentar impedirlo; sólo hemos de procurar que el egoísmo de los sinvergüenzas coincida un poco más con el de las personas decentes”. Procuremos que esas cínicas palabras no sean verdad, aunque, a veces, nuestra impresión es que a eso nos acomodamos.

“En su totalidad, nuestro problema actual se refiere a actitudes e instrumentos. Estamos remodelando la Alhambra con una pala mecánica y estamos orgullosos de nuestro rendimiento. Difícilmente debemos abandonar la pala que, después de todo, tiene muchos aspectos positivos; pero tenemos la necesidad de criterios objetivos más humanos para su correcto uso” (Adol Leopold, citado por E.F. Schumacher en 1974 en “Lo pequeño es hermoso”). 

Nosotros, como licenciados en ciencias económicas y colegiados, es decir como economistas, debemos velar por buenos diagnósticos, mejores prescripciones, actitudes positivas y la utilización de los más adecuados instrumentos. Nuestra profesión requiere formación, juicio, intuición, experiencia y habilidad. El Diccionario de la Real Academia define al Economista como persona dedicada profesionalmente a la economía  ¡Qué definición más simple!

Se dice que en el mercado lo que no se puede vender entero, se trocea y se vende a trozos. Se dice que se titularizan esos trozos. Hemos de confiar en que esos trozos existen.  ¿El dinero no es, a fin de cuentas, sino titularizar un porcentaje de “confianza”?.  Decía John Kenneth Galbraith (“El Dinero” 1975) que “la idea de que (el dinero) es un objeto digno de confianza y que puede aceptarse sin examinarlo o ponerlo en tela de juicio es, en todos los aspectos, una cosa muy ocasional, principalmente una circunstancia del siglo pasado” (se refería, claro, al s.XIX). Estamos en un sistema fiduciario, dependiente del crédito y de la confianza.

Aquí estamos los economistas para ayudar profesionalmente a recuperar la confianza. Para ello hemos de ser de fiar.  — ¡Torrero, que voy perdido/y está apagando tu faro¡/Noroeste. Nada claro/por el cielo, ¡y te has dormido¡ / recitaba Rafael Alberti — No nos durmamos. 

 

* Félix García Brú 

COLEGIO DE ECONOMISTAS DE GRANADA

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