Espejismo de ética

Este mundo no para de dar sobresaltos, la prensa económica se llena de noticias de fraudes, engaños y malas prácticas como aluvión de lodo que camina ladera abajo que todo lo embarra y cubre. El último caso global, pues aquí en el territorio patrio ya tenemos las alacenas llenas de casos de infames codiciosos de uno y otro pelo, nos viene de Alemania, donde el mayor fabricante de coches del mundo se ha descubierto como el mayor “engañador”.

Cuando estudié mi MBA, hace más de 20 años, descubrí y aprendí muchas cosas, unas tienen que ver con la “objetivización” del trabajo en la empresa, estamos para ganar rendimiento y eficiencia, ser más competitivos y ofrecer a los clientes satisfactores a sus demandas, esto está francamente bien, es honorable y lícito el ánimo de lucro que busque un beneficio que reporte un mejor posicionamiento a la empresa en el mercado asegurando su futuro.

Todos estos conocimientos orientados a la mejora de la gestión de la empresa, también me hicieron reflexionar sobre lo que se escondía tras esos buenos y honestos deseos y me llevaron a la memoria lo que ya Max Weber describió en su obra, La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

Weber escribía: “El sumo bien a que aspira la religiosidad: la certidumbre de la gracia, el calvinismo quiere alcanzarla según la máxima: Dios ayuda al que se ayuda a sí mismo y no por las buenas obras como pretende el catolicismo, sino mediante un sistemático control de sí mismo”, dicho y hecho, en la calvinista Alemania los ejecutivos de VW idearon todo un sistema para burlar el marco regulador, algo que también enseñaron en el MBA, no a burlar descaradamente, pero si a navegar por sus incontables zonas grises como medio para obtener ventajas competitivas.

Del mismo modo que el marco regulador ofrece innumerables zonas grises, la ética de los negocios está plagada de inmensos campos de flexibilidad ética y moral, la lógica imperante de una economía sustentada en el crecimiento en un ecosistema competitivo de mercado, alimenta la búsqueda de ventajas que, llevadas al extremo, no solo buscan esos espacios indefinidos del marco normativo, sino que los traspasan con el conocimiento de la impunidad personal del ejecutivo que lo diseña e implementa con el pretexto de la búsqueda del rendimiento económico, dado que la sanción por alta que sea, nunca llegará a saldar los beneficios reclutados, una práctica realizada por muchas empresas, el sistema sancionador siempre es inferior en coste al beneficio, por lo que bajo la lógica del gestor, bien merece la pena trasgredir las reglas del juego.

VW ha reconocido su culpa públicamente, ha “jubilado” a su presidente con una “modesta” contraprestación económica de 28 millones de euros y  como ya hizo BP con el vertido en el golfo de México, ha realizado un acto de constricción pública que se verá posteriormente atenuada por una interminable estrategia jurídica que hará que este atropello quede minorado para mejor gloria de “sus accionistas y equipo directivo”, un gran espejismo de ética.

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