Cuando el cura predica… y practica

Que la competitividad y la riqueza de un país depende en parte de la cantidad y calidad de sus emprendedores es algo plenamente aceptado tanto por los expertos como  por los que rigen su razonamiento por la simple lógica. Igualmente lógico sería pensar que los encargados de regular los procesos de creación de empresas en un país – en definitiva sus políticos- deberían realizar ingentes esfuerzos para facilitar que cualquier persona dispuesta a asumir riesgos y a participar activamente en el proceso de creación de riqueza pueda hacerlo sin más obstáculos que los derivados de su propia voluntad.

No obstante, la historia de nuestro país muestra de manera permanente y casi obstinada que el dicho «el cura predica, pero no practica» ha sido de aplicación a gran parte de nuestros políticos.

Aunque, durante décadas, nuestros dirigentes han venido insistiendo en la necesidad de agilizar y facilitar la actividad de los emprendedores, pocas han sido las acciones reales puestas en práctica para hacer efectiva esta máxima. De esta forma, no es de extrañar que España ocupe en 2013 el nada satisfactorio puesto 44 en el ranking internacional Doing Business elaborado por el Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional, siendo uno de los elementos analizados la facilidad para crear una empresa. 

En España, tradicionalmente no ha sido fácil, ni rápido, crear un nuevo negocio. Tal vez esto explique la primera acepción del término «empresa» que figura en el Diccionario de la Lengua Española y que la define como «acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo»; definición que tal vez debiera ser completada añadiendo que, además de decisión y esfuerzo, requiere tiempo.

Si atendemos a lo que se dice en el mencionado informe del Banco Mundial, España ocupa en 2013 el puesto 136 en el ranking de la facilidad para crear una empresa (el 134 en 2012), siendo necesarios por término medio esperar 28 días hasta que la empresa es un hecho consumado. Esta cifra queda a cierta distancia  de los 12 días que, por término medio, tarda en crearse una nueva empresa en el marco de la OCDE; y a años luz del día requerido para crear una empresa en Nueva Zelanda.

Con la reciente aprobación de la Ley de Emprendedores, tenemos fundadas esperanzas de que la situación de España mejore notablemente en los próximos años. La nueva normativa aprobada facilitará y estimulará la creación de nuevas empresas a través  de incentivos fiscales, medidas para mejorar la financiación de las pymes, una mayor protección jurídica para los emprendedores y, en lo que nos ocupa, supondrá una importante reducción de las cargas burocráticas y el tiempo requerido para crear un nuevo negocio. Esperamos que todo esto suponga un importante.

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