El que se mueva… es el que sale en la foto

El mundo está cambiando a ritmo de vértigo, y a cada pulsión de ese cambio se abre una oportunidad para las economías que sepan y puedan aprovechar la situación. Si, crisis es dolor, drama, perdida de actividad, cierre de empresas, desempleo… pero también es oportunidad. O, al menos, debemos intentar explorar la oportunidad que lleva ínsita. En ese escenario, las economías de servicios que no hayan tenido un gran desarrollo industrial y, consecuentemente, no estén muy constreñidas por su realidad, podrían estar mejor colocadas para subirse al carro de la nueva era, pues su equipaje y sus condicionantes son más ligeros. 

Quizás eso sea de lo único bueno que tenemos por estos lares andaluces y granadinos, casi un erial en temas industriales y donde todo o casi todo está por hacer. Y la prueba es el Parque Tecnológico de Andalucía de Málaga o el  Parque Tecnológico de la Salud de Granada, espacios destinados, fundamentalmente a eso que Gregorio Jiménez, el hombre del milagro de Puleva, llamaba “la parte de la empresa que se dedica al conocimiento”; esto es, innovación, servicios avanzados e I+d, y que empiezan a dar importantes frutos. Pero el nuevo tren de la oportunidad que se acerca exige ciertos cambios y romper con modelos obsoletos y claramente desfasados, empezando por la necesidad de comprender que la velocidad de la información, prácticamente instantánea gracias a las redes sociales, acaba con todo proyecto que no contemple, valore y comprenda esta variable. Y parece que, efectivamente, buena parte de nuestros jóvenes empresarios y las nuevas hornadas de emprendedores lo están asumiendo e interiorizando, acuciados por la necesidad, la principal agudizadora del ingenio, como bien sabemos. El caso es que cada vez hay más proyectos empresariales asociados a la red, al negocio on-line, y a esa parte de las empresas que se ocupa del conocimiento. Las empresas de base tecnológica viven en esa ola digital que ha venido no solo para quedarse sino incluso para provocar un auténtico cambio de era, para hacernos pasar del homo sapiens al homo digitalis. 

Es un borrón y cuenta nueva, y nada, o casi nada, volverá a ser como antes, por eso la oportunidad es para todos, o casi todos. Y por eso debemos aprovecharla. Ahora, más que nunca, es preciso adaptarse rápido a esta nueva e inestable realidad, moverse a su son, confundirse con ella y correr, no dejar de correr, como corría Jeremy Reed bajo la tormenta eléctrica en aquel campo sureño hasta ser alcanzado por un rayo y convertirse en pura energía, en Powder, la cinta firmada por el polémico Victor Salva, o como, más propiamente, ocurría en otra cinta futurista, El Cortador de Césped, en la que Jeff Fahey terminaba abandonando su cuerpo físico para convertirse en un ente digital superior. Por ello, hoy, frente a lo que en su día dijo el ínclito Alfonso Guerra, el que se mueva sí saldrá en  la foto. Es más, es el único que saldrá en la foto. El individuo, que hasta hace muy poco recogía la leña para quemarla en su chimenea, se ha convertido en cliente de grandes compañías a las que debe pagar un canon casi de por vida. Por el contexto que se está fraguando es posible el sueño casi utópico de conseguir, por fin, la vivienda autosuficiente.

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