Industria cultural

Resulta llamativo, por lo rápidamente que se ha logrado, el protagonismo cultural que ha adquirido Málaga en la última década, desde que en 2003  empezara a fraguarse esta estrategia de convertir a la ciudad en un referente de museos.  Hasta entonces, nuestra vecina no había destacado precisamente en ese aspecto, sino en otros, especialmente, en turismo. Pero de un tiempo a esta parte, la capital de la Costa del Sol, locomotora turística de Andalucía, despega de forma contundente como ciudad cultural, papel que, en principio, podría corresponder a Granada, por su monumentalidad y por su tradición. Málaga ha construido, sobre la piedra angular de la universal figura de Pablo Picasso, una marca cultural muy potente que, a día de hoy, aventaja claramente a Granada. Sorprende la capacidad de nuestros vecinos de llegar a acuerdos, de planear estrategias y mantenerlas, de dejar las polémicas en el marco de lo razonable. La ciudad cuenta ahora con una veintena de museos: el Centro de Arte Contemporáneo, el Museo Picasso,  el Carmen Thyssen, el Centre Georges Pompidou de Málaga o el Centro Museo Ruso-SanPetesburgo, entre otros. La industria cultural, predicada no solo de museos sino de toda aquella actividad que pueda encajar en esa idea, es mucho más potente de lo que pudiéramos creer. En Granada, vinculada al ingente patrimonio arquitectónico que tenemos, especialmente en barrios como el Albayzín, podría tener consecuencias muy positivas para distintos sectores: para el propio sector cultural, para nuestras empresas de rehabilitación, para nuestro turismo y para nuestro comercio. De un tiempo a esta parte, nuestra ciudad está perdiendo empuje en materia cultural pues, por alguna razón, no somos capaces de sacar adelante grandes proyectos para la ciudad (pensemos, por ejemplo, en el gran  Centro Escénico) o los que sacamos no satisfacen plenamente y llegan muy tarde (Centro Lorca), sin olvidar el deterioro de la programación de nuestro Festival Internacional de Música y Danza o la dispersa y poco coordinada actividad en materia de eventos y conciertos. Es evidente que tenemos los mimbres necesarios para que nuestra ciudad potencie su “vis” cultural, pero hace falta determinación, cierta coordinación y una visión de la política algo menos cortoplacista. Solo dos ejemplos que demuestran que el camino por recorrer es aún importante. Por un lado, el cierre de nuestro Museo Arqueológico, que lleva cinco años pendiente de unas obras que bien podrían haberse ventilado en un plazo muy inferior; por otro, la polémica del “Atrio” de la Alhambra, un proyecto para mejorar la espera de los que visitan nuestro principal monumento. Tal vez debamos empezar por ahí, esto es, por discutir menos y por hacer más.

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