A vueltas con el Brexit

Me enviaba un amigo hace unos días un buen artículo en el que se comparaba la salida del Reino Unido de la Unión Europea con un fracaso matrimonial que ha acabado en un proceso de divorcio del que todavía se desconocen las consecuencias. Se analizaba como una situación de crisis en la que, a medio y corto plazo, todas las partes afectadas (en un caso la familia y en el otro los, hasta ahora, integrantes de la UE), perdían por ser (citándolo literalmente) “más pobres”.

En esos mismos términos hemos “padecido” toda la campaña que se planteó en torno al Brexit desde que Cameron, para solucionar un problema personal, se obligó a convocar ese peligroso referéndum. Todos los análisis se formulaban desde una perspectiva y bajo unos parámetros estrictamente económicos: coste para el pueblo británico, para sus pensionistas y sus empresas… coste económico para la Unión Europea, debilitamiento del euro, efecto en las primas de riesgo… 

El resultado del referéndum nos lleva a preguntarnos si no habremos equivocado el planteamiento, si no hemos puesto demasiado el acento en las consecuencias económicas y hemos despreciado lo que, en un divorcio serían los motivos sentimentales, y en el caso del Brexit serían motivos políticos. Quizás hemos tratado de convencer de lo “más pobres” que serían fuera y hemos olvidado argumentar lo mejor que, en términos globales (sociales, políticos y también económicos), estarían dentro. 

Desde el fracaso de los referéndums que se celebraron en Francia y Países Bajos (ambos en 2.005) para aprobar la constitución europea, con la que se pretendía ir ahormando a los distintos estados integrantes de la Unión a un destino político común e independiente del de cada uno de los estados miembros, se reavivó la llama del proteccionismo y nacionalismo de cada uno de los 28 estados, limitándose a aspectos crematísticos las motivaciones para la permanencia. Al llegar la crisis se olvidó definitivamente el proyecto político y cada estado miembro adoptó sus decisiones conforme a lo que, euro a euro, más le interesaba desde un punto de vista interno, dificultándose así la solidaridad territorial, la mutualización de la deuda, el funcionamiento del Banco Central Europeo, la política de inmigración… 

Quizás sea hora de continuar con una mayor promoción de los beneficios de una unión política, con instituciones europeas fuertes y dotadas con instrumentos legislativos y ejecutivos para marcar un camino común, apoyándonos para ello en que, a lo largo de la Historia, la unión en Europa (que no la Unión Europea) ha sido el paradigma de las libertades y de la democracia. Y es que, al margen del legado greco-romano (ya de por sí suficiente), todo sería diferente si los francos no hubieran parado la expansión omeya hacia Europa, o si el llamado Sacro Imperio Romano Germánico no hubiera hecho lo propio en Viena frente a los turcos, o sin los derechos y libertades conquistados en la Revolución Francesa, o si esta Europa no hubiera vencido a Hitler o controlado a Stalin… 

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