España afianza los valores del mercado inmobiliario

Hace años que los informes sobre la evolución de los precios de la vivienda dejaron de ser noticia puntual de la prensa especializada para convertirse, junto con la prima de riesgo, en auténticas crónicas periódicas de la crisis que está sufriendo nuestro país durante los últimos diez años y de la que se han ido haciendo eco todos los medios generalistas.

En los comienzos del siglo XXI arrancó una loca carrera de precios con subidas interanuales de hasta un 20%, creando un campo suficientemente abonado para la más que jugosa especulación y generando un parque de viviendas difícil de asumir por la población. Esta carrera tuvo un accidentado final con el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007-2008, comenzando entonces un descenso en caída libre provocado, en un principio, por el cierre de las ventanillas de las entidades crediticias para las operaciones hipotecarias y acelerado por el consiguiente y acentuado desequilibrio oferta/demanda que se produjo en el mercado.

Nos encontramos actualmente en un punto en el que parece que los precios se pueden haber estabilizado e incluso haber iniciado un tímido repunte en los últimos dos años, aunque con las debidas reservas que nos obliga la actual inestabilidad política y económica que sufre el país, y siempre interpretando los datos estadísticos como lo que son. No olvidemos que para que exista un valor medio tiene que haber también un máximo y un mínimo o lo que es lo mismo, zonas en repunte y zonas que continúan en descenso.

Pero si hacemos un ejercicio de memoria ayudados por nuestras bases de datos, observamos con sorpresa que el abrupto camino recorrido en los últimos quince años nos ha llevado al mismo destino que si lo hubiéramos hecho por un plácido sendero, pues el incremento del precio de la vivienda entre 2001 y 2016 ha sido aproximadamente de un 30%. Una subida media del 2% anual que no habría dejado en la cuneta a tantos promotores ni enriquecido a tantos especuladores. 

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