¡Qué inventen ellos!

Cuando una sociedad no aprovecha las capacidades de su inteligencia colectiva termina por ser una colonia de otros.
¡Que inventen ellos!, es una frase dicha por Unamuno no precisamente en el sentido que muchos creen que pidiera tener, como critica, sino al contrario, la dijo  como reafirmación del desdén por la creación del conocimiento científico y quedó como seña de identidad en el acervo colectivo durante muchos años.
Unamuno era un antieuropeista confeso, para él la ciencia tenía como objeto la vida, mientras que el objeto de la sabiduría era la muerte, el entendimiento de la trascendencia, un pensamiento acorde con el existencialismo llevado a sus últimas consecuencias.
En mi última visita a Granada mantuve un agradable encuentro con Jesús Banqueri, director de la OTRI de la UGR, en la conversación ambos coincidíamos en que un elemento crítico del desaprovechamiento de la producción de conocimiento en España tiene un alto componente cultural.
A pesar de los esfuerzos realizados, no existe una cultura, tanto en los grupos de investigación como en las empresas,  que faciliten la trasferencia de conocimiento entre la comunidad científica y la sociedad, a fin de cuentas, toda invención, toda innovación requiere de las empresas para su difusión social a través del mercado, quizás sea la desconfianza y desconocimiento  de unos o la presión por la publicación de otros,  la que mantiene estos caminos divergentes. 
España no es un país que tenga motivos para sacar pecho a la hora de compararse con sus vecinos en materia de I+D, en el año 2016, la inversión fue del 1,23% del PIB, muy lejos de la media europea, situada en el 2,02%, lo que nos deja en una poco honrosa 18ª de 27 posición en el indicador Altran de inversión en  I+D+I de 2016.
Existe una correlación entre inversión en I+D y desarrollo económico sostenible, los desequilibrios de la economía tiene mucho que ver con esto, España ha elegido ser un país de hosteleros, como antes lo fue de constructores,  hoy es nuestra principal industria y sacamos pecho ante el mundo tras cada buen dato de afluencia turística, máxime si se tiene en cuenta que es una actividad que comporta una alta intensidad de empleo, aunque sea estacional, y que trae tras de sí problemas no afrontados como la “gentrificación” de las ciudades, algo que poco a poco está modificando el ecosistema urbano de Granada y que un servidor ya percibe claramente en sus últimas visitas a esta ciudad.
Se puede seguir en esta línea que a corto plazo se ofrece como solución a las altas tasas de desempleo, pero ¡que inventen ellos! es la peor respuesta que se puede ofrecer a una sociedad que quiera ser dueña y constructora de su futuro, por mucho que lo diga Unamuno.

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