La ciudad muerta
Alfonso Gónzalez Chacón, Sociólogo

  450 palabras me piden que escriba para contar alguna cuestión relevante sobre la economía granadina, si tuviera que atenerme a lo que esta provincia representa en el entorno en el que un servidor de ustedes se mueve y relaciona, estas serían las únicas palabras que pudiera escribir.

Pero no os libraréis de mi tan fácilmente, aquí, en este paramo castellano desde el que escribo,  Granada ni está ni se la espera, mi entorno reconoce que es una ciudad hermosa como pocas, pero fuera de eso, la irrelevancia lo llena todo, nada se sabe del PTS, ni otras iniciativas por las que ser reconocida, ni siquiera la ausencia de un tren que trasportó  en el tiempo a esa provincia hasta el siglo XIX es motivo de comentario, salvo alguna extrañeza manifestada por alguno, algo que contrasta con los murcianos que han ocupado y llenado de ruido plazas y calles y más de alguna página en prensa, por aquí, salvo el moisés Spiriman que consiguió cierta notoriedad con las movilizaciones entorno a los dos hospitales y los escándalos de la fundación Lorca, recogidos en algún medio capitalino, Granada es una bella durmiente en el limbo de la irrelevancia.

Granada es percibida desde la lejanía como un lugar para el fin de semana, una misteriosa joya del gran sur al que dirigir los pasos y llenar los ojos con su extraordinaria belleza, así lo manifiestan los que la conocen y los que no, conocedores de su hermosura.

Y sabedores de ello, Granada se ha concentrado en agradar a los visitantes, aun a costa de sacrificar su centro histórico, sustituir a sus gentes y su oferta comercial de antaño por bares de copas, apartamentos turísticos, hoteles y viviendas en airbnb.

Un servidor sufre al pensar que Granada se convierta en la Venecia del sur, una ciudad escaparate, un parque temático entorno a la majestuosa  Alhambra y sufro ante el paulatino proceso de gentrificación de una ciudad que cuando llegué a ella hace casi 30 años, rebosaba vida en sus calles y plazas, ahora ocupadas por infinitas terrazas para el uso y disfrute de los visitantes y no de sus habitantes, personajes novelescos que evocaban historias de vida, música y coplas, un detalle que ya comienza a ser observado por esos visitantes que llenan con su presencia todo tipo de establecimientos.

Granada se llena de forasteros y se vacía del arte de sus gentes con el aplauso de sus gestores, pues a fin de cuentas, como todo parque de atracciones, solo necesita camareros de pisos y bares y alguna otra tienda de suvenires, para lo demás, ya está el Nevada.

Granada, ay mi Granada, cuán triste se te ve desde ladistancia, tan sola, tan lejana…

Alfonso González Chacón

Sociólogo                                                                       

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