Aquello del Saray
Luis G. Chacón Martín Experto financiero

Aún se recuerda cuando Granada tenía Caja de Ahorros. Hasta dos, la General y la Provincial, que se fusionaron. Y la imagen grabada en la memoria del «Pacto del Saray». Una alocada kermés de las fuerzas vivas de la ciudad encabezada por nuestros políticos de la época, que con el electrizante mensaje del «Como Graná no hay ná» y la perspicacia financiera de quien suma con los dedos, demostraron que su ambicioso plan para la ciudad estaba amojonado por Pradollano, Almuñecar, el Puerto de la Mora y los Bermejales. Lo que viene a ser el «granaíno» universal y cosmopolita de siempre. Ese que pasa las tardes de tertulia quejándose de que el mundo nos odia y nos margina porque nos tiene envidia. Aunque no esté claro el porqué.

Una generación después, tras sufrirla mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, en plena pandemia y con dos cambios de rótulo en el excepcional Cubo de Campo Baeza -algo bueno nos quedó- se avecina un tercero, no sé si definitivo, en el que la ciudad va a pintar menos que el guardadamas de Las Meninas. El único personaje del cuadro, junto al mastín, del que no se conoce el nombre.

Lo que no entendieron los pactistas del Saray es que más allá de Puerta Real se abre un mundo desconocido pero emocionante. Un mundo globalizado de mercados interconectados; con una divisa europea y unas finanzas mundiales. En esas circunstancias, mantener una entidad financiera pública gestionada con unos objetivos más políticos que económicos era un delirio. Parecía que el único interés que les guiaba era ser cabeza de ratón y al final no llegamos ni a cola de león. Y encima, el primer león -BMN- nos salió un poquito tiñoso y renqueante. Era el momento de integrarse en un proyecto ambicioso pero se prefirió seguir siendo la tierra del chavico. Y bien que se consiguió.

Aquel error no tiene solución. La fusión Caixabank-Bankia tendrá de positivo que ambas operan en el mercado doméstico y de negativo que sus negocios no son complementarios sino similares. Y a eso habrán de amoldarse las empresas granadinas que deberán buscar nuevas líneas de financiación e incluso acudir a fuentes alternativas no bancarias. Pero, a diferencia de lo que pudiera parecer y de lo que creían y defendían algunos, la economía granadina -la real, la que gestionan los empresarios que se juegan su patrimonio y profesionalizan sus compañías- es hoy mucho más eficiente, está infinitamente más internacionalizada y genera mucho más valor añadido que aquella que quiso clientelizarse con una Caja local. Así que no deberíamos temer a la fusión y trabajar para aprovechar la oportunidad que se nos presenta.

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