Dirigir Financieramente
Jesús del Castillo Machado Colegiado Nº 0480 del Colegio de Economistas de Granada, socio fundador de Arno consultoría de negocio y profesor de Dirección de empresas en ESIC Business School

Las finanzas de la empresa han ido adquiriendo una importancia social cada vez mayor hasta convertirse en tutor y soporte de las organizaciones empresariales. Ya no se trata únicamente de cumplimentar impuestos, preparar la contabilidad, cuadrar el presupuesto y negociar con los bancos. Hoy en día el departamento financiero es el centro neurálgico de la toma de decisiones, el área más influyente, trascendental y poderosa, ya que debe contribuir al crecimiento y apoyar al resto de las áreas funcionales para que consigan sus aportaciones respectivas.

Por lo tanto, las finanzas precisan estar atentas al entorno, diversificar, ser prudentes en el crecimiento, el endeudamiento y el reparto de dividendos, proteger la solvencia y la liquidez, disponer de márgenes de financiación, cubrir atinadamente los riesgos y, como no, controlar los resultados. Su contribución resulta capital para la salud de la empresa, que exige tomar decisiones, muchas de ellas rápidas, en temas relevantes, cuyos resultados son visibles a corto y largo plazo.

Así pues, la dirección de la empresa se enfrenta a un entorno cada vez más cambiante, competitivo y hostil. Como consecuencia de ello, se hace necesario abordar el tipo de respuesta que la empresa debe dar para, en primer lugar; sobrevivir y, en segundo lugar; mejorar su rendimiento. Por todo ello, la empresa, sea grande o pequeña, debe contar con un financiero experto, pues lo contrario puede originar pérdidas importantes. Más de una empresa se hubiese salvado de haber contado entre sus filas con la valiosa contribución que aporta un financiero competente.

Los hechos demuestran que la valoración de los directivos financieros se rige de ordinario por criterios “cuantitativos” más que “cualitativos”. La presión de resultados a corto plazo impone esta lógica de “cuánto” frente al “cómo”. Bajo algún punto de vista esto es comprensible, a fin de cuentas, los directivos son contratados para alcanzar unos objetivos, cuantificables económicamente. Sin embargo, este planteamiento corre el riesgo de caer en el simplismo, ya que lo “cualitativo” no tiene porqué oponerse a lo “cuantitativo”. Un buen financiero, en términos cualitativos, es el que obtiene buenos resultados, y además lo hace de una manera sostenible. Es decir, quien conquista sus objetivos actuales sin comprometer los futuros. O, mejor dicho, quien gana ahora para ganar más después.

Soy de los que piensan que la dirección financiera es un arte y no una ciencia, lo que explica el que muchos de los que la practican sean buenos y algunos muy malos. Si bien es cierto que las técnicas disponibles pueden aprenderse, intentar aplicarlas mecánicamente mediante fórmulas o recetas magistrales puede llevarnos a incurrir en decisiones que comprometan el futuro de la organización. Para evitarlos es importante no olvidarse de la historia para evitar caer en los mismos errores, formarse y contar con experiencia, aprendiendo también de la ajena que, además, es más barata que la propia.

Entonces, ¿qué podemos hacer?…Situarse en la excelencia. Mi experiencia como consejero, director general y director financiero de diversas empresas me dice que hay que esforzarse en ser excelentes ahora más que nunca. No hay tanta competencia en los niveles de excelencia; la competencia está en los niveles de mediocridad y la mayoría de la gente suele optar por la alternativa más cómoda. Dicho de otra manera: “la pesca es mejor allí donde sólo se atreven a ir los más audaces” No lo olviden.

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