La Sanidad que nos podemos pagar

Editorial / Opinión • Granada Económica

Alberto MACHADO*

 

Mantengo grabada una frase que, en una reunión donde se trataban los costes del sistema sanitario, un gestor de compras puso encima de la mesa: “tendremos la sanidad que nos podamos pagar”.  En mi mente lo que visualicé en ese momento era una escena doméstica donde una familia tras hacer frente en un mes a sus pagos de hipoteca, compras de primera necesidad, luz, gas, … contaba el dinero que les quedaba y decía: “tendremos las vacaciones que nos podamos pagar”.

A partir de ese momento me he convertido en un firme defensor de otra forma de pensar: “tendremos la sanidad que nos podemos pagar”, puede parecer que cambiar el verbo “podamos” por “podemos” no tenga un gran significado, pero cualquiera que reflexione unos minutos al respecto se dará cuenta de la importancia que tiene.

Sin que tenga que ser necesario que la economía de nuestro país y la de nuestras familias esté en un momento crítico y difícil, deberíamos darnos cuenta que existen determinadas partidas con las que no se puede banalizar y directamente ir a buscar una reducción en sus costes sin considerar las consecuencias de determinadas acciones y sin dedicar un poco de tiempo en localizar alternativas que pueden tener un potencial de ahorro mucho mayor aunque unitariamente puedan resultar más caras.

Sobre esta reflexión existen innumerables ejemplos que conviven con nosotros diariamente: en la industria del automóvil, sería más barato construir vehículos sin sistemas de seguridad (ABS, airbag, …),sin control de las emisiones contaminantes, si la necesidad es la de simplemente aportar movimiento los coches podrían volver a ser lo que eran en los años 60 (o no nos trasladaban en esa época). En la obra civil, construimos  carreteras con sistemas de seguridad que incrementan su coste (protección de los motoristas frente a los guarda raíles, zonas de frenado de emergencia, …). La prevención de riesgos laborales (implementar sistemas de protección a los trabajadores y de prevención de accidentes supone una partida de sobrecoste en las empresas). ¿Por qué cambiar los ascensores y obligar a que tengan una puerta con sistema de seguridad para evitar accidentes?. El protocolo de Kioto, de forma directa incrementa los costes productivos de los países desarrollados. 

Reflexionen sobre cualquier otro ejemplo que se les pueda ocurrir y piensen cuanto se podría “ahorrar” recortando en seguridad, es decir cuánto podríamos ahorrar directamente retrocediendo el desarrollo y avances que hemos conseguido en los últimos 40 años, pero claro cuando lo hagan no caigan en la tentación de tratar de calcular cuánto podría costarnos el número de accidentes (su transporte sanitario, sus equipo medico de urgencias, las enfermeras que nos atenderán, …) o fallecimientos (de los que, por muy frío que parezca, también se pueden meter en una hoja de cálculo sus consecuencias) por falta de seguridad en las carreteras, en nuestros vehículos, en nuestras obras, en nuestra industria o en nuestras casas.

En Sanidad, que a diferencia de los ejemplos anteriores debe cumplir una función tanto preventiva como curativa, es necesario evaluar lo que determinados gestores consideran costes  que directamente pueden reducir con las consecuencias a medio plazo de esas acciones. La prestación sanitaria tiene un componente profesional enorme, pero también tiene un componente tecnológico que además es absolutamente  necesario para el control de  los costes o daños colaterales (idéntica analogía a los accidentes laborales sin medios de prevención). Seguramente esta obsesiva reducción de costes directamente implicará la obsolescencia tecnológica, la imposibilidad de implementar nuevos medios y sistemas y por tanto nuestro retroceso en desarrollo (dándole ventaja a la enfermedad: cáncer, alzhéimer, problemas cardiovasculares, …).

 

* Alberto Machado

Director General

Clínica CEDISA

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