EL “coaching” de directivos

Granada Económica • Revista de prensa

María Dolores Vidal Salazar*

El actual entorno altamente competitivo obliga a las empresas a ser flexibles y a estar preparadas para adaptarse permanentemente a los continuos cambios a los que se enfrenta. Para ello es necesario contar con directivos suficientemente formados y preparados, lo que exige a las empresas desarrollar una mentalidad creativa y establecer técnicas de formación que logren motivar y obtener resultados satisfactorios respecto a la forma de pensar y actuar de sus equipos directivos. 

Entre las nuevas técnicas de formación y aprendizaje, el coaching se presenta como una práctica empresarial novedosa que fomenta de forma directa el desarrollo personal. Este proceso, interactivo y confidencial, se basa en que un orientador (coach) y un individuo (coachee) o un reducido grupo de personas (coachees) se comprometen a colaborar en el desarrollo de un programa cuyo objetivo es lograr el crecimiento personal y profesional. Para lograrlo, el asesorado debe recibir durante el proceso un apoyo individualizado, emocional y práctico dirigido a mejorar su comportamiento, identificar su potencial, asumir nuevas responsabilidades, enfrentarse a situaciones de distinta índole en su actividad diaria y mejorar con todo ello su rendimiento. Asimismo, para que la técnica tenga éxito es necesario que el coachee no juegue un papel pasivo sino que se comprometa y demuestre una firme voluntad de cambio que le permita modificar su conducta y abandonar las creencias preestablecidas, limitadoras de la implementación de nuevas medidas. Para ello, resulta esencial que el coach maneje el componente emocional ya que la gestión adecuada de sentimientos y emociones ayuda decisivamente a salvar la resistencia que impide realizar acciones y obtener resultados. 

Esta tipología de asistencia profesional es una representación de las metodologías relativas a “ayudar a aprender” en lugar de “enseñar”, reforzando las capacidades ya existentes en el coachee y liberando su potencial para incrementar al máximo su desempeño. Así, el coach debe tener claro que el conocimiento no está en él sino en la persona a la que asesora y que su función es lograr, a través de un proceso de acompañamiento y estimulación, que ésta sea capaz de buscar y alcanzar las respuestas por sí misma.    

Si se compara la eficacia de esta técnica respecto a los sistemas clásicos de formación de directivos, basados en prácticas homogéneas y predeterminadas, su efectividad es mucho mayor. Dicha efectividad viene determinada por su elevada adaptabilidad y flexibilidad a las circunstancias y necesidades de la empresa, acoplándose a la realidad de la organización, al momento, al espacio y a las circunstancias donde tiene lugar. Sin embargo, los mejores resultados obtenidos por el coaching provienen de su capacidad de acomodarse a las características de las personas a instruir, ajustándose a las potencialidades individuales y posibles carencias de aquellos que lo reciben y logrando una participación mucho más activa y un aprendizaje más dinámico. 

Así, en el ámbito empresarial, el coach es un consejero que promueve el cambio estratégico gracias a su capacidad de diagnosticar acertadamente la situación de la empresa y guiar el proceso de toma de decisiones. Por ello, el coaching puede llegar a traducirse en aumentos de la rentabilidad y de los resultados empresariales ya que el coach ofrece a los gestores la capacidad de desacelerarse, ganar conciencia, analizar y planificar con el detenimiento necesario para obtener resultados satisfactorios. 

 

  *María Dolores Vidal Salazar

Profesora del Departamento de Organización de Empresas

Universidad de Granada

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