Desaprendiendo lo aprendido
José Manuel Cassinello. Miembro de la Junta Directiva Instituto Español de Analistas Financieros en Andalucía

En los últimos años nos hemos encontrado en situaciones que nos han obligado a cuestionarnos lo que, hasta esos momentos, eran los pilares básicos de la economía. Habíamos aprendido de los clásicos que todos los factores productivos-tierra, capital y trabajo- tenían un coste, y a su vez generaban unos ingresos: las rentas, las ganancias y los salarios. Aprendimos esa “ley financiera” sobre la que se cimentaba toda la economía: el capital tenía un coste, el interés, que había que pagar.

Por otra parte, la inflación figuraba como una de las preocupaciones principales de los economistas, que hacían sus recomendaciones para tratar de conseguir un crecimiento, que permitiese el menor desempleo, pero con un exhaustivo control del nivel de precios. Los bancos centrales nacionales eran los garantes de ese control, limitándose principalmente a ello sus funciones.

Y de repente, llega la crisis financiera del 2.007 y el mundo se tambalea y se empiezan a aplicar teorías expansivas, tanto desde un punto de vista monetario (QuantitativeEasing), como desde un punto de vista de déficit público. Ante el temor a un colapso económico, tanto el BCE, como la FED, aumentan el tamaño de sus balances ejecutando políticas empiezan a denominarse “no convencionales”. Este “no convencionalismo” provoca intereses negativos y la paradoja de que los prestatarios sean retribuidos en su actividad, y como consecuencia, que la liquidez tenga un coste.

Empezamos a acostumbrarnos a ese entorno, con una inflación nula o reducida, con un incremento del endeudamiento púbico, pero a unos intereses muy reducidos o negativos, y con excesos de liquidez y, de repente, nos sorprende una pandemia que tensa, más si cabe, las estructuras económicas, obligando a incrementar las políticas no convencionales: más expansión monetaria para financiar a los bancos, a los estados y a los mercados de capitales.

Tratando de aprender de los expertos las claves para el futuro, tuve la oportunidad de asistir a una interesante jornada (“on line”, tal y como obligan las circunstancias) promovida por la Consultora HRCS, en la que el economista David Cano, exponía una teoría que me pareció muy interesante: tendremos un futuro en el que, debido al alto incremento del endeudamiento público, será necesario mantener reducidos tipos de interés, para hacer más llevadero el servicio de la deuda. Además, y esto es de lo más “no convencional”, los bancos centrales mirarán para otro lado, dejando que la inflación aumente, para que ello suponga un alivio en los prestatarios que, año a año, verán aliviada una parte de su deuda, por el simple paso del tiempo. En definitiva, se apoyará al deudor y se penalizará al ahorrador, que se verá obligado a asumir un mayor riesgo, para lograr mitigar el diferencial entre los bajos tipos de interés y la inflación. Se invitará por tanto a los ahorradores a que se conviertan en inversores, tratando también con ello de evitar que se produzca lo que Keynes denominó “la paradoja del ahorro”: que un exceso de ahorro provoque una caída de la demanda agregada, entrándose en un círculo pernicioso.

Parece una muy interesante teoría, con escenarios nuevos, en los que vuelve a ponerse de manifiesto uno de los defectos de la democracia: decidimos hoy, sobre el (altísimo) endeudamiento de nuestros hijos, sin que ellos tomen partido en la decisión.

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